EL PEO DEL ASCENSOR
(abstenganse de leer, repipis cursimétricos y tont@s del culo que cuando van a
mear dicen que van a hacer “pipí” y cuando van a cagar dicen que van a hacer
“caca”).
Era yo pequeño, bastante pequeño, de unos
seis o siete años. Me pasaba la vida con mi abuelo Pepe en la casa de la huerta,
era mi pasión estar con él. Fue el único abuelo que conocí. Padre de mi padre.
He tenido la mala suerte de no conocer la ternura de una abuela y me decían mis
padres que, tanto por parte de madre y de padre, mis abuelas fueron unos
auténticos seres de luz y amor. Una pena no haber podido besar y abrazar a esas
grandes señoras supervivientes de tantos y tantos acontecimientos en aquellas
épocas pasadas. Seguro que me hubiera llevado con ellas fenomenal. Total, que
conocí hasta los nueve años míos que él se fue a mi abuelo Ripalda, que así le
puse yo de sobrenombre. Siempre he puesto motes o sobrenombres a todo ser
viviente que se ha relacionado conmigo. Hasta dormía con mi abuelo en su misma
cama porque el frío de la huerta era tremendo y los dos en su cama nos
pasabamos el calor. La primera vez que yo tomo consciencia de lo que es un peo,
o varios peos, fue en un viaje a la ciudad, a Murcia. Ripalda viajaba todas las
semanas a la capital a comprar loteria, cigarros y alguna cosa que hacía falta
en la casa y el colofón lo ponía invitandome a comer pasteles de carne en el
famoso bar “El Barba” que por otro lado siempre ha sido “Confiteria Zaher” pero
lo seguimos llamando “El Barba”. Pues bien, ibamos por los soportales de la
catedral, cuando de repente mi abuelo aceleró el paso y mirando varias veces
hacia atrás y a la derecha e izquierda empezó a dejarse caer una ristra de peos
sonoros que a mí me produjeron, primero vergüenza y segundo me tuve que llevar
la mano a la cara porque emanaban un pestazo que alucinaba en ese momento; en
su desplazamiento, yo me había quedado atrás y cuando terminaba el “concierto
peil” me miraba muerto de risa y me decía:…Juanito está tronando por
Torreagüera!!! Perplejo ante aquellas palabras y esa descarga de gases
pestilentes, lo miraba y pensaba para mí:…que cochino es mi abuelo!!! Me daba
la mano y proseguiamos la marcha un poco más despacio ya. No hay que extrañar
que en otra calle poco transitada soltara otra rastra de peos así de repente y
sin que yo me lo esperara. Esto no hizo, ni mucho menos, que yo cogiera
animadversión por mi abuelo Ripalda, no, en absoluto, porque empezó a hacerme
hasta gracia y si alguna vez no lo hacía yo le preguntaba con inocente y pícara
cara a la vez: ¿es que hoy no va a tronar? Su sonrisa de oreja a oreja aún la
recuerdo e incluso alguna carcajada. Un día, estando comiendo en la casa de la
huerta, me dio una explicación a cerca del tema de los peos o pedos que él los
llamaba, diciéndome que todos los seres humanos soltabamos esas notas musicales
sonoras y desacompasadas porque nuestros intestinos tenían muchos pliegues y
algunos alimentos al ser digeridos pues limpian las paredes de las tripas y
producen esos gases. Le pregunté: ¿todos los seres humanos?...Todos, Juanito,
todos…y siguió cortándose su queso Cadí duro y su pan de horno de leña, a la
vez que me daba trocitos a mí animándome a que comiera; yo era enclenque y más
bien feíco; no comía casi nada. Tenía la cara con muchos granos y como estaba
más seco que las raspas, pues la cabeza se veía aún más grande; parecía un
palillo con una aceituna pinchá en lo alto del cuerpo. Y así es como aprendí la
procedencia del peo puramente dicho y desde luego asquerosamente bien olido
directamente del punto de donde suele salir. Hay peos que no tienen fuerza y
entonces es cuando eructamos, pero eso ya se pueden llamar gases menos
comprometedores, aunque para los repipis sea también un acto indigno y soez. Me
gustaría observarlos en sus camas de noche después de haber digerido una comida
con abundancia, por ejemplo de alcachofas o judias o lentejas o
garbanzos…ohhhh…la emanación que producen es poco menos que asfixiante y
espantosa y no me digais ni me rechisteis porque de sobra sabeis de lo que
estoy hablando ¿Vaaale? El que diga que nunca se ha tirado un peo MIENTE
BELLACAMENTE porque es fisilógicamente normal, ahora eso sí, huelen algunos pa
morirse in situ…ay que peste Señor!!! Jajajajajajajaj
Vamos a lo del peo en el ascensor.
Hace ya varias décadas, viviendo yo en mi
casa de la calle mayor de Beniaján, recuerdo que cuando llegaba a abrir la
puerta de la calle, siempre, absolutamente siempre, me entraban ganas de
tirarme un peo o dos…yo que sé, entonces hacía lo que mi abuelo cuando paseaba
con él por la ciudad, metía la llave en la puerta, miraba a diestra y siniestra
y si no veía a nadie ahí empezaba la overtura en do bemol mayor de la sinfonía
Opus-Pedo 75. Oye, que me pasaba siempre, de veras. Un día llegabamos mi
hermano Pepe y yo que llegabamos de no se de donde ahora mismo y veniamos en un
taxi, pues bien, al llegar ambos dos a la puerta de la casa, él vive en el
tercero y yo en el primero, empezamos a soltar notas discordantes sonoras por
nuestros ojetes y meaos de la risa y con las dentaduras a punto de caerse al
suelo, nos tronchabamos y nos deciamos en silencio (figuraos bien después del
ruido peil nos hablabamos bajito para no molestar a los vecinos)…hermano, te
pasa lo mismo que a mí…y es siempre que llego a la puerta de la casa y yo le pregunté:
¿luego, cuando llegas tienes que cagar?....me soltó una carcajada tremenda:
Siiiiiii….jajajajajaj y yo le dije:…y yo tambiennnnn…..jajajajajaja. Como no
había ni hay ascensor ni lo ha habido ni lo habrá nunca en ese bloque, pues
subiamos las escaleras como podíamos pero con esa risa contenida que te da
cuando no quieres hacer ruido y por supuesto el concierto tomaba il tempo de
“Vivace”…ay que risa por el amor de Dios…que risa!!! Y voy a lo del ascensor.
Hace 10 años que me fui de Beniaján a vivir
a Churra. Me alquilé un piso y por fín mi nueva casa sí que tenía ascensor.
Pues bien, ya no era el tema en cuestión en la puerta de la casa, sino en la
puerta del ascensor. Me lo tiraba cuando bajaba a encontrarme el portapersonas
y a veces tardaba y se iba el gas diluyendo en el hall, pero otras veces estaba
allí mismo y entraba arrastrando todo el hedor salvaje a veces que producía la
escala sonora. Dejaba un ascensor que no quería pensar en los viajeros que
vinieran después porque pobrecitos de ellos.
Una vez fue dentro de la cabina cuando se me escapó, y no he dicho que trataba
de retener aquella salida todo lo que podía, pero hijos de mi vida, a veces sin
querer “bommmbommrequeteboommm”…se abre la puerta y dos señoras de la misma
planta donde yo vivía que iban a cogerlo. Desesperado les dije: nooooo…no
monteis que se me ha quedado parado y puede que esté roto; las dos señoras con
cara algo asustadas bajaron por la escalera sumisas y agradeciendome que les
avisara. A otro día vino el de mantenimiento del ascensor preguntandome que
había pasado…yo le dije que…que…que…pues que hacía un ruido raro…él me dijo:
pero se había parado montado usted el ascensor? Um..umm…sí, efectivamente, le
dije recordando el hecho. Ay que aprietos!!! Ahora vivo en otro edificio con
ascensor e idem de lo mismo, pero he aprendido a hacer un encogimiento culil y
aguantarme hasta mi casa ya que hay poca distancia del ascensor a mi puerta.
Hace unos dias que estaba en un ensayo del
Cuarteto Chirigotero y conté lo de mi apuro. Joaquín Perona, Josiño y Juan
Carlos, compañeros del Cuarteto, se tronchaban además recordando que Joaquín
nos había hecho, entre otras cosas para cenar alcachofas hervidas y propuse
hacer una canción, cosa que les pareció bien. Podría ser un tema para cantar
como cuplé la temporada próxima, que no ésta. Quereis saber como se va a llamar
al canción? Fácil, joderrr…EL PEO DEL ASCENSOR!!!!!!!!!
Eres genial Juan...
ResponderEliminarFirma:
Tu amigo Anto.