Sexto
Capiblog. Las Bodas, parte 2
Nosotros no tenemos la culpa, ni somos
responsables, de haber recibido la educación que hemos recibido. Nuestros
padres nos traen al mundo y quieren lo mejor para nosotros, se desviven por
nosotros, se quitan, si es preciso, la comida de su boca para dárnosla a
nosotros. No voy a ser el único en la faz de la tierra que haya tenido unos
padres así de maravillosos. Estoy seguro de que no. Ellos vivieron, sufrieron,
soportaron y aguantaron ni más ni menos que la guerra civil española y ¿Cómo
estaba España después de ese conflicto? Pues os podeis hacer una idea. Lo que
está pasando ahora con el tema “crisis” no es nada comparado con aquello.
Yo nací en el año 1.953 y corrían tiempos
muy difíciles, insoportablemente difíciles y agónicos, pero yo no era
consciente de ello. Empecé a crecer viendo a mis padres y hermanos trabajar día
a día, sin desfallecer, con la constancia el tesón y la valentía suficiente en
la fe en que todo se arreglaría con el tiempo. Los problemas en el hogar casi
los contemplaba atónito y boquiabierto cuando era testigo de alguna discusión.
En mi casa se discutía mucho y gritaban mucho, cosa que a mí me asustaba, pero
era tan pequeño que no entendía bien aquel “jaleo” que había una y otra vez
entre mi familia. Mis padres hacían lo inenarrable por privarme de escenas que
no debería ver, pero que yo veia. Fui creciendo con miedo, era una España con
miedo.
Mis padres nunca se separaron, aunque motivos
no faltaban y en memoria de ellos no los voy a contar. Era todo tan in
llevadero que años más tarde, cuando crecí, me hacía siempre la misma pregunta:
¿porqué no se han separado mis padres? Luego me asaltaban otras preguntas y me
atiborré de dudas que nunca nadie me supo aclarar y que yo con mis propias conclusiones
iba tirando hacía adelante como podía, fui un adolescente con miedo, con dudas
y con repulsa hacia muchas cosas como la eterna pregunta: ¿porqué se han casado
mis padres si siempre se están gritando? Crecí también triste. Siempre ha
habido en mí una sensación inmensa de soledad y tristeza. Mis hermanos me
querían, sí, pero eran mucho mayores que yo y sólo me aislaban de las escenas
más cruentas.
A partir de mi adolescencia empecé a odiar
las bodas. No entendía como la gente se casaba para luego que pasaran estas
cosas. Yo sólo tenía el ángulo de visión de mi hogar y mi hogar era un hogar
con mucho conflicto, se palpaba la tensión a diario y no estábamos tranquilos
nunca.
Luego, al paso de los años, he visto con mis
propios ojos, hogares y matrimonios totalmente deshechos, son muchos para
enumerar aquí, muchísimos, como también he visto y sentido en mí ser, la
angustia de los hijos que sufren la separación de los padres. Esos niños, luego
adolescentes, crecen en un estado de conflicto permanente. Tienen, en infinidad
de ocasiones que recurrir al psicólogo para buscar explicación a infinitos
desvaríos en su comportamiento o forma de ser. Y ¿quién tiene la culpa? Pues en
este momento te podría decir quien es la culpable de todo esto y no es una
mujer ni un hombre precisamente, o sea que nuestros padres ni siquiera son
responsables de una educación arcaica y demodé que hemos ido recibiendo de
generación en generación. Pobres padres, muchos de los que luchan por no
separarse, pero bravo por esa lucha, ahí demostráis ser unos seres humanos con
entereza y dignidad a tope. Es que hoy en día enseguida se van al matrimonio,
tienen hijos..etc etc.. y luego te enteras que la pareja fulana o mengana ya
hace no se cuanto tiempo se separaron. Y ¿tienen hijos?...Sí, pero como ahora
existe esa ley donde…..Bueno, no se nada de esa ley ni quiero, bastante me
tragué en mis años de pequeño como para ahora aprender leyes que si nos
informáramos antes de la boda o mucho más, de tener el primer hijo, seguro que
no existirían.
¿Qué te gusta ir al matrimonio? Pues me
parece muy bien pero te aconsejo que mires, te enteres y aprendas lo que es un
matrimonio y por supuesto el trabajo para toda tu vida y la responsabilidad que
tienes, cuando traes un ser vivo a la Vida.
Que “el sí quiero” vestidos divinos y los banquetazos de
celebración, le gusta a todo el mundo, pero por favor: ser reflexivos y
coherentes y pensar las cosas antes de hacerlas y muy tranquilamente y hablando
hasta que se agoten las palabras que luego vienen las “madre mía ¿Qué he
hecho?” y a veces es demasiado tarde para lamentaciones y sobre todo pensad en
esos niños inocentes que luego están de casa en casa y casi perdidos porque a
una mente tan chiquitita, por más que le expliques, no sabe que está pasando.
No me gustan las bodas. Queda claro?no
quiero decir que a vosotros os dejen o no de gustar, pero creo que tengo mis
motivos más que suficientes para hacer está afirmación.
- Gracias por leerme. Son mis opiniones. No tienen porqué ser las tuyas. Pero vive y deja vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario